Lola Mora, a 145 años de su nacimiento




Dolores Candelaria Mora Vega, nace en Buenos Aires, si bien la fecha exacta de su nacimiento ha estado envuelta en cierta controversia. El Congreso de la Nación Argentina instituyó por ley, la posible fecha de su natalicio –17 de noviembre de 1866–, como  el “Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas", sin embargo, en su acta bautismal se observa que Dolores Mora recibió el sacramento el 22 de junio de 1867, declarando que la criatura tiene dos meses de edad. Hija de Romualdo Alejandro Mora, juez de paz y futuro Jefe Político de la zona y de Regina de la Vega (terrateniente de Tarija), Lola era la tercera hija de siete hermanos: tres varones y cuatro mujeres. 

En 1870 a sus 4 años de edad su familia decide instalarse en la ciudad de San Miguel del Tucumán. Su padre, preocupado por que sus hijas tuvieran una buena educación las matricula en el Colegio Sarmiento, primer instituto para niñas donde estudiaban las hijas de las familias tradicionales de Tucumán. La vida de Lola transcurre apaciblemente en la casona familiar, con excelentes calificaciones en el Colegio, hasta que en 1885 mueren sus padres con diferencia de unos pocos meses. Su hermana mayor Paula se casa al poco tiempo y con la ayuda de su esposo se hacen cargo de sus hermanos menores. 

En 1887 llega a Tucumán el pintor italiano Santiago Falcucci quien comienza a dar clases en el Colegio Sarmiento. Según el propio Falcucci a ella "le gustaba mucho pintar flores, cosas de fantasías, caprichos y sufría siguiendo un camino regular, metódico y a escondidas pintaba y dibujaba cosas que a ella le gustaban". 

En 1892 la Sociedad de Beneficencia de Tucumán organiza una exposición conmemorando el IV Centenario del Descubrimiento de América y las jóvenes artistas exponen sus trabajos con la supervisión del maestro Falcucci. Si bien la producción de Lola es la mejor, las damas objetan la presencia de una joven que no desciende de una familia tradicional de la ciudad. Falcucci defiende a Lola amenazando a los organizadores con el retiro de todas las producciones. Finalmente Lola es aceptada y la joven presenta el retrato Alberto León de Soldati, un reconocido intelectual de la ciudad. Dos años más tarde Lola presenta una serie de retratos de gobernadores de Tucumán que es muy bien recibida por la crítica de entonces. Comienza de esta forma su relación con los gobernantes y con el poder, algo que será una constante en su vida y por lo que cosechará innumerables críticas a lo largo de su vida. 

A medida que se va consolidando como artista plástica, no se conforma con estudiar en el taller de Falcucci y empieza a rondar en su cabeza la idea de viajar a Europa para continuar sus estudios, siendo becada para viajar a Italia, donde el embajador argentino Enrique Moreno se convertirá en un fiel apoyo, recomendándola entre la gente ligada al arte y entre personas allegadas al poder. 

Recibe lecciones de pintura del maestro Michetti, y comienza frecuentar el estudio del escultor Giulio Monteverde quien es el artífice del paso de la artista de la pintura a la escultura. En Italia, Lola no es una típica artista; no vive en bohardillas e inmersa en un ambiente bohemio; más bien todo lo contrario. Vive en el exclusivo barrio romano de Ludovisi, haciendo gala de una buena posición económica, cultivando la amistad de personajes poderosos como la reina Margarita de Saboya y su nuera Elena de Montenegro, además de diplomáticos, y gente adinerada.


Se relaciona con la nobleza del mármol, el bronce, la arcilla, la cerámica, el yeso y la piedra, y ya como escultora, obtiene el primer premio en el “Palacio de Bellas Artes de Roma”. Meses después, gana el concurso “La Promotice” que la convierte en el primer artista no italiano que triunfa en dicho certamen. 

Sigue cosechando éxitos durante 1899 y obtiene la medalla de oro en la exposición de París. Trabaja intensamente por encargo de familias nobles europeas y su trabajo es bien remunerado. A poco de empezar a trabajar, Lola Mora ya había ganado importantes cantidades de dinero y hacia fines de siglo expone con el seudónimo L. M. di Vinci el medio busto de una campesina en el palacio de Bellas Artes de Roma. 

En 1900 recibe su primer encargo oficial: dos bajorrelieves destinados a la Casa Histórica de Tucumán, que representan los sucesos del 25 de mayo de 1810 y del 9 de julio de 1816. El entusiasmo generado por aquel encargo la lleva a proponer al gobierno argentino, a través de la municipalidad de Buenos Aires, la realización de una fuente para la Plaza de Mayo de  la capital. Es la primera vez que una mujer realiza un monumento para colocar en el centro de Buenos Aires, en un tiempo donde la sociedad está marcada por la única presencia de los hombres en este campo.

La "Fuente de Las Nereidas", ya conocida como "la fuente de Lola Mora", se realiza en mármol de Carrara y representa el nacimiento de la diosa Venus. Dentro de una gran valva marina, tres caballos alados briosos son sujetados por tres tritones. En el centro, dos nereidas sostienen otra valva, de la que surge Venus, diosa latina del amor y la belleza. Su composición piramidal y simetría le dan equilibrio, sus múltiples líneas curvas le aportan sensualidad, y el movimiento del cuerpo de las sirenas obliga al espectador a rodear la obra para apreciarla en su conjunto, buscando un frente que no tiene. 

Durante mas de un año, se discute si es conveniente su emplazamiento frente a la Catedral de la ciudad, debido a sus desnudos. Los debates duraron meses y se desarrollaron en varias sesiones de la Comisión Municipal, evidenciándose la confrontación y convirtiendo la fuente en un "problema de estado ”. Su costo se convierte en una excusa para sacar a la luz un fuerte conflicto político que excede lo meramente artístico y lo transforma en un proceso particular ya que hasta ese momento nunca se habían producido discusiones de tales características en torno a una obra decorativa para la ciudad. 

Para algunos concejales de la Comisión Municipal, la fuente era sinónimo de lujo, gastos y conflictos. Otros en cambio, defendían el emplazamiento de esculturas decorativas para los paseos públicos de una Buenos Aires que aspiraba a ser una ciudad moderna. Para el pueblo, la fuente fue una obra maravillosa que embellecía la ciudad y que aceptó con entusiasmo, disponiéndose  finalmente su ubicación en otra plaza diferente a la inicialmente elegida, donde es colocada e inaugurada el 21 de mayo de 1903.

Fuente de Las Nereidas
El hecho de cambiar el primer sitio propuesto para emplazar la obra que era la Plaza de Mayo (frente a la iglesia Catedral), centro cívico, religioso y político de la ciudad, es particularmente sintomático. Para la ciudad de Buenos Aires de esos años exponer desnudos públicamente era atentar contra la moral preestablecida. El desnudo es un género que, si bien define la calidad del artista que lo trabaja, es un tema que inquieta, que afecta en algunos casos a la moral y el "buen gusto".  El estudio del desnudo se llevaba a cabo a partir del modelo vivo y era fundamental en la formación académica. 

A esto se agrega que la autora de esos desnudos era una mujer que, además se dedicaba profesionalmente a la escultura, un oficio propio de hombres. Anne Higonnet escribe que "Las formas de trabajo menos femeninas resultaban extremadamente difíciles de asimilar para la cultura visual". Por eso el hecho de que una mujer eligiese la escultura como su forma de vida, actividad que requería sobretodo de la fuerza física, producía una ruptura con el modelo culturalmente aceptado de pintora aficionada o artesana. 

El público recibió con entusiasmo la fuente que no le fue indiferente y produjo una alta dosis de curiosidad, relacionada con diversas cuestiones: participar en la inauguración de la primera fuente realizada en mármol; la atracción que les producía esta obra cuya autora era una mujer, hecho nuevo para la ciudad; saber cómo era esta fuente que había sido objeto de debates en torno a ésta, y los desnudos que presentaba.

La prensa escrita porteña nunca dejó de informar al lector al tiempo que lo hacía reflexionar y lo acercaba al centro del conflicto. Siguió paso a paso todo el proceso desde la aceptación de la primera maqueta de la escultora hasta la inauguración y los debates posteriores. Las estrategias de la escultora para lograr el triunfo fueron difundir su trabajo y conectarse con el lector a través de la prensa y, a lo que se sumaron sus vinculaciones políticas. 

En 1903 la artista vuelve a Roma con una enorme cantidad de encargos oficiales. Además, gana el primer premio de un concurso organizado en Melbourne para erigir una estatua de la reina Victoria en esa ciudad. Sin embargo, en circunstancias cuyos detalles se desconocen, vende el boceto al escultor que finalmente se encarga de su realización. 

En Roma proyecta y supervisa la construcción de su villa en Via Dogali, que se convierte en centro de reunión de intelectuales, artistas y visitantes ilustres. Situada en un barrio de la clase alta romana, su jardín se hizo famoso ya que Lola cultivaba allí unas exóticas rosas negras de las que hablaba toda la sociedad.

En 1906 regresa a Buenos Aires a terminar las obras destinadas al Congreso Nacional, que años después, en 1913, serían también separadas de su emplazamiento original. Uno de los ayudantes de la artista es el joven Luis Hernández Otero, un empleado del Congreso que en esa relación de maestra y discípulo se enamora de Lola, una mujer de 42 años, de quien se rumorea su bisexualidad y de haber sido amante del presidente Julio A. Roca. El 22 de junio de 1909, se casó con Luis. “Lola Mora era una mujer coqueta que ocultaba su edad, era un secreto. Cuando se casó se quitó diez años ya que tenía 42, pero en los papeles figuraba 32. Seguro lo hizo porque su marido tenía 15 años menos”, (Pablo Solá). 

Esto avivó las habladurías y el escándalo, por lo que regresó con su esposo a Italia. Popularmente se dice que ella, debido a una íntima amistad con Julio Argentino Roca, tuvo cierta relación amorosa con el ex presidente, también se señalaba que fue bisexual y se casó para apagar dichos rumores o que sus sobrinas, luego de su muerte, quemaron las cartas que probaban todo lo anterior, lo cual ha sido negado taxativamente por sus familiares.

La escultora era una mujer audaz y que mantenía, durante estos primeros años del siglo, un diálogo constante y directo con los actores del campo del poder que le permitía permanecer en una posición codiciada pero en la que recibía críticas de algunos artistas del momento como Eduardo Schiaffino, por entonces Director y fundador del Museo Nacional de Bellas Artes. 

Ya en los años posteriores a la presidencia de Julio A. Roca (que culmina en 1904), se observan con más claridad los enfrentamientos, las opiniones contra su trabajo y las críticas a su manera de proceder ante proyectos que parecía tener ganados de antemano. Con Roca en Europa y alejado del gobierno su futuro laboral se hace más difícil: proyectos inconclusos o rechazadas, destrucción del monumento a Aristóbulo del Valle víctima de un atentado por desconocidos, hechos que entorpecen la concreción de varias de sus propuestas… 

Durante los primeros tres años de matrimonio la pareja trabaja en Roma. Por esos años se suceden las inauguraciones de monumentos en distintos puntos del país pero crece la polémica sobre las obras de Lola en el Congreso que, finalmente, son retiradas y durante muchos años permanecen en un sótano, teniendo su destino final en la ciudad de San Salvador de Jujuy, donde Lola Mora es nombrada Directora de Plazas y Parques en 1915. Hoy se las puede ver adornando las veredas de la Casa de Gobierno de Jujuy.

Era famosa la distinción de sus vestidos de encaje y sus elegantes sombreros en las reuniones sociales; pero para trabajar vestía amplios pantalones, blusas de seda cruda, pañuelo bordado al cuello y una boina que apenas lograba retener su indomable cabellera negra, por la que su amigo poeta Gabriel D’Annunzio la bautizó como “la argentinita de los cabellos peinados por el viento”.

En 1917 Lola se separa de su esposo Hernández Otero y un año más tarde el intendente de Buenos Aires, decide el traslado de la Fuente de las Nereidas al recientemente inaugurado Balneario de la Costanera Sur, su emplazamiento actual. Lejos están los tiempos de esplendor y del reconocimiento público. Por esos años, deja de lado la actividad artística y trata de llevar adelante varios proyectos. Se dedica un tiempo a la prospección de petróleo en Salta, participa como contratista en la obra del tendido de las vías del Ferrocarril Transandino del Norte, conocido mundialmente como el Tren de las Nubes. Como urbanista, es autora del Primer Proyecto de Subterráneo y Galería Subfluvial de Argentina, previsto para Capital Federal; y del trazado de calles de la Ciudad de Jujuy. Además de tratar de desarrollar un sistema de cinematografía color, que no resultó exitoso.

Con 67 años y agobiada por las deudas, Lola regresa a Buenos Aires en 1933. Vive en un departamento junto a sus sobrinas que son las encargadas de cuidarla. El gobierno le otorga una pensión en 1935, gracias a las gestiones de un diputado salteño.

En mayo de 1935, el primer ataque cerebral la deja hemipléjica. Pasa unos meses en cama, atendida por un médico vecino y amigo de la familia. El 4 de junio de 1936 tiene un segundo ataque cerebral. Lucha, fiel a su historia, implacablemente y tres días después, el 7 de junio de 1936, muere a los 69 años. Al regresar del cementerio de la Chacarita, donde fue enterrada, el periodista José A. Cosentino pasó por la casa de la escultora a saludar a su familia. Al llegar, vio una fogata en el fondo. Las dueñas de casa habían quemado  los papeles que Dolores  había guardado a lo largo de su vida, cartas recibidas, quizá fragmentos de un diario íntimo. Por eso resulta tan difícil lograr evitar ciertas confusiones sobre su vida.

En noviembre de 1997, ante las demandas de reconocimiento a nivel nacional presentadas por la diputada y profesora Fanny Ceballos de Marín ante el Congreso de la Nación, se dispuso la  el 17 de noviembre, posible día del nacimiento como "Día Nacional del Escultor".

"La fuente de Las Nereidas" es un paradigma de la libertad de la expresión artística, un ejemplo de la lucha de Lola Mora por imponer su vocación frente a los rígidos mandatos sociales de su tiempo, y un símbolo de la belleza femenina en medio de una ciudad machista que gira alrededor del obelisco. Y es el único monumento de Buenos Aires cuyo nombre original ha sido suplantado por el de su autora, porque poco importa que oficialmente se llame Las Nereidas; todos la conocemos como la desfachatada, bella y sensual “Fuente de Lola Mora”. ( Pablo Mariano Solá, sobrino y biógrafo de Lola Mora). 

Asimismo, Lola Mora invade áreas públicas e irrumpe en espacios de sociabilidad propiamente masculinos participando de sus rituales sociales, como su presencia en el exclusivo Club del Progreso, la participación en recepciones en honor a delegaciones extranjeras o en los almuerzos con distintas figuras del poder político, además de sus entrevistas con intendentes u otros funcionarios. Obtuvo tres premios internacionales en Francia, Australia y Rusia.